miércoles, 21 de enero de 2015

Las cosas cambian en un instante.

Empiezo esta entrada diciendo que siento una profunda  tristeza en el alma por algo que me tocó presenciar.  Quedé sorprenda, impactada ¡que va! aterrorizada por el nivel de crueldad que algunas personas —si es que se les puede llamar así— tienen hacia los animales indefensos.

Salí del trabajo a la una de la tarde como es costumbre y me dirigía a mi casa. Iba manejando por una de las avenidas más transitadas cuando tomé el carril de la izquierda para esperar la luz que me haría salir de esa avenida; por alguna extraña razón giré mi vista hacia mi derecha y pude ver a un pequeño gatito en medio de la avenida, atropellado pero consciente con una mirada que causó algo en mi. Sentí que algo se rompió en mi interior. 

Honestamente debo decir que no soy de las personas que se detienen a recoger cuanto animalito ve en la calle pero con ese gatito sentí esa necesidad de recogerlo y llevarlo directamente a la Asociación Protectora de Animales de la ciudad, aunque eso implicará llegar tarde a mi otro trabajo. Como faltaba poco para que mi luz cambiara y venían algunos carros decidí estacionarme y cruzar la calle para recoger al gatito. Así lo hice, bajé de la avenida y me estacioné en un terrero baldío, apagué mi coche y me bajé decidida a salvar al pequeño gato pero cuando iba cruzando la calle vi que un carro le pasó por encima terminando así con su vida.

Me quedé sin palabras ni pensamientos pero ¿Que le costaba a esa persona sacarle la vuelta al pobre gatito? Me quedé a mitad de la calle con una horrible imagen delante de mi. Esperé a que pasaran los carros y me subí otra vez a mi camioneta emprendiendo así mi camino nuevamente, no pasó mucho tiempo para que empezara a llorar desconsoladamente. Ahora que lo pienso el llanto pudo haber sido provocado por todas las cosas que he estado guardando en mi cabeza y que no he podido sacar completamente.

Siento que en ese momento comprendí que un minuto hubiera sido más que suficiente para que gatito estuviera con vida. Quizás si me hubiera bajado del carro sin importar que parara un poco el tránsito, el gatito hubiera llegado a la asociación. En mi intento de querer tranquilizarme, mi mente me traicionó y le hablé a la última persona que le debí de haber marcado, pero al menos funcionó y me tranquilicé  un poco. 

Creo que el peor sentimiento que alguien puede sentir es el de saber que pudiste haber hecho algo más. Le conté a mi mamá la historia y otra vez lloré. Quizás me afecto también porque  tengo un perrito llamado Napoleón y por un momento pensé que hubiera pasado si fuera él... ¿Alguien se detendría a ayudarlo? ¿O le pasarían el carro por encima como ese sujeto que se ganó mi odio? Sé que esta mal que lo diga pero si esa persona le pasó el carro a propósito, estoy segura que tiene un lugar reservado en el infierno.

Me despido con el horrible pensamiento de que pude haber hecho algo más, de que quizás unos minutos más hubieran hecho la diferencia. Sé que no todos entenderán, algunos quizás pensarán que exagero la situación pero me entristece saber que vivimos en un mundo de frivolidades donde es más importante llegar a una cita que detener el carro para ayudar a alguien (sea un gatito, un perro, una persona). 

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